Código deontológico y habilidades docentes

Considero algo prioritarios para ser buenos "docentes 2.0", adaptados a las necesidades y peculiaridades del siglo donde vivimos en un contexto de interculturalidad e inmersos en una rápida carrera por la globalización. Considero que una de las habilidades docentes que debería ser inherente en todos los profesionales de la enseñanza, es la motivación por una formación continua de calidad. No pretendo referenciar la obsesión con la necesidad de rellenar el currículo (titulitis), estoy hablando de una formación que nutra al docente para mejorar sus prácticas educativas.

En el texto sobre el código deontológico se referencia a la “importancia de la función docente, que tiene como meta la formación integral de las personas jóvenes como seres individuales y sociales” y “asumir la obligación de la formación permanente, dado el avance constante de la ciencia, de las nuevas tecnologías y de la realidad social”.

¿Cómo vamos a formar a futuros ciudadanos si su mediador o guía carece de esos conocimientos, habilidades y es incapaz de plasmarlo con su actitud? Cuando hablamos de formación continua muchas veces pensamos en las TIC y todo lo que tiene que ver con las nuevas tecnologías, es innegable que una parte muy importante de la revolución tecnológica en la que vivimos y condiciona a los microsistemas (Bronfenbrenner) que nos envuelven en ese contexto diario y nos retroalimentan. Sin embargo, me gustaría ver más allá y exponer ese contexto de globalización inmerso en procesos continuos migratorios (con distinto origen como los desastres medioambientales, conflictos bélicos, entre otros). ¿Somos plenamente consciente de cuál es la realidad contemporánea de las aulas de los CEIP?

Con esta exposición pretendo recalcar la necesidad imperiosa de formación en educación intercultural en todos los niveles y en los agentes educativos. Como educador (en otros campos) y futuro profesor de educación infantil me gustaría romper con los modelos clásicos multiculturales y asimilacioncitas. Uno de los grandes problemas de algunos de los profesionales de la educación que obtuvieron su titulación hace muchos años y se han acomodado en las prácticas diarias y rutinarias es que carecen de competencias interculturales adecuadas, mermando a sus discentes o incapacitando de la posibilidad de una formación adecuada en unas habilidades sociales y valores, debido a su desconocimiento.

En el año 2013 tres autores (Cernadas, Santos y Lorenzo) realizaron un estudio de investigación en escuelas gallegas sobre el nivel de formación continua sobre interculturalidad en las aulas en el sistema educativo español. Tras investigar a 368 maestros, concluyeron que tan solo un 29,8 % había recibido algún tipo de formación al respecto, el 45,5 % reconocían carencias a nivel formativo y un aplastante 83,4% afirmaban la necesidad de modificar la formación docente inicial a fin de incluir una mayor formación en educación intercultural.

Con estos datos, es patente la urgente necesidad de mejorar lo que conocemos como habilidades y competencias interculturales en los agentes educativos. Esta formación está compuesta de múltiples componentes: trabajo en equipo, currículo oficial y oculto, demandas de la sociedad actual para dar respuesta a los cambios emergentes, sistema metodológico intercultural, currículo para la interculturalidad, diversidad de valores culturales, competencias lingüísticas, conocimientos de otros códigos culturales, estilos de aprendizaje y competencias TIC.

 ¿Cómo docentes, pensáis que la atención personalizada depende solo de una habilidad profesional?

Rotundamente NO. Como docentes y mediadores tenemos que propiciar dinámicas que encaminen a nuestros alumnos hacia labores que sean capaces de llegar a trabajar sobre su seguridad, autoconcepto, autoestima. Primero partiríamos desde motivaciones extrínsecas basadas en el refuerzo o actividades guiadas (expectativas del docente) hasta que vaya transformándose en esa motivación o fuerza interior propia (motivación intrínseca) trabajando su locus de control interno. A su vez, y en palabras de un famoso físico "yo no enseño a mis alumnos, sólo les proporciono las condiciones en las que puedan aprender (Einstein). 

La atención personalizada va vinculada a la educación personalizada, y ésta, acontece en un espacio de encuentro personal entre profesor y alumno, posibilitando ámbitos de encuentro a través de un ambiente o un clima adecuado, acogedor y convivencial, es una de las condiciones cruciales de la educación. Los seres humanos, como seres sociables que somos, necesitamos que se reconozca nuestra singularidad (reconocimiento mutuo) entre docente y discente, en un ambiente o un clima adecuado, acogedor, seguro y convivencial. Un conocimiento más detallado y completo de él (conectar con su intimidad a través de la aceptación y la apertura). Sin olvidar que la relación educacional personalizada también es dialógica. La instrucción puede ser impersonal, anónima, como la que se da en un cuartel, pero una educación o enseñanza personalizada es, una relación personal o un conjunto de relaciones personales. Los profesores debemos huir de la mirada invasiva, debemos ir al encuentro de la mirada de nuestros alumnos, debemos buscarla constantemente. Tal como he aprendido en este grado, en esta profesión no es posible hacer un buen trabajo y alcanzar la excelencia, sin poner en juego elementos personales, como son los afectos, tan o incluso o más necesarios que los factores técnicos o científicos.

La educación personalizada y esa "atención" trata de integrar los conocimientos de las diferentes materias de forma que contribuyan a la formación integral de nuestros discentes. Es una educación integral e integradora que no deja fuera ninguna de las vertientes humanas (todos los aspectos y dimensiones dinámicas mente, cuerpo y emociones) y de todos los saberes asociados a ella. Incorporando todos los aspectos de la vida humana para que aumenten su capacidad de llevar adelante un proyecto personal de vida, hay que buscar la transversalidad en todos los aspectos de la vida humana. El docente debe ser un guía o mediador dotado de múltilpes habilidades para poder conducir a esos futuros ciudadanos por el largo periplo de la vida en el contexto de un aprendizaje holístico e integrador.

En relación al artículo "6.4. Contribuir al desarrollo del espíritu crítico y de actitudes reflexivas y comprometidas con la mejora de las condiciones en que se desenvuelve la vida social y la relación sostenible con el entorno".

En el contexto de formación universitaria que estoy llevando a cabo he conocido a maravillosas compañeras de estudio a distancia y en nuestros coloquios o debates que tenemos a través de los grupos de Telegram, la mayoría estamos de acuerdo que la educación debe evolucionar alejándose se aprendizajes puramente memorísticos y encapsulados. Debe evolucionar, a otro tipo de educación más enriquecedora, motivadora, con aspectos más holísticos y por delante de todo generando aprendizajes que perduren en el tiempo, es decir, que sean significativos (Ausbel 1963). Con la llegada última revolución tecnológica y en la era de la información en la que vivimos, los educadores hemos dejado de ser “pozos de sabiduría”, cualquier infante que sepa manipular un teléfono móvil conectado a internet posee más conocimiento que cualquier de nosotros.

Actualmente el rol del educador está encaminado a saber transmitir esos conocimientos, desde un espíritu crítico y reflexivo. Los docentes debemos tener las habilidades para lograr que nuestros discentes sean conscientes de su propio aprendizaje, que sepa que está haciendo realmente cuando aprende, de qué factores o variables pueden influir en el proceso de aprendizaje, y de cómo puede él mismo influir en dicho proceso. Para que se produzca un aprendizaje significativo es imprescindible que el alumno posea “esa consciencia reflexiva” que le permita “verse aprendiendo”. Todo aprendizaje crítico y significativo posee ese componente reflexivo denominado “metacognitivo”. El conocimiento metacognitivo permite ejercer las funciones mentales llamadas «ejecutivas», que son las funciones superiores de la personalidad. Es de vital importancia que formemos a nuestros discentes en esa «Metacognición» para que sean capaces y hallen el «conocimiento de conocimiento». Si es consciente de su propio proceso de aprendizaje, con las variables implicadas en él (sujeto, tareas, procesos, contexto, estrategias empleadas, etc.), y de cómo puede influir en dicho proceso, evaluándolo y regulándolo obtendremos futuros ciudadanos seguros y eficaces donde sus atribuciones causales estarán basadas principalmente en su locus de control interno, dejando a un lado las variables extrañas como el “azar” o “la mala suerte”.

A su vez, los educadores dotaremos a nuestros alumnos de ciertas técnicas y estrategias de aprendizaje que le permitirán volverse cada vez más autónomo y regular el uso de la estrategia sin necesidad de seguir las instrucciones del profesor; autorregulando o autocontrolando su propio proceso de aprendizaje. El docente como referente deberá ser un modelo y transmitir todo esto y no olvidar la dualidad “individuo-sociedad” ya que nuestra singularidad (autonomía, autoconfianza, resiliencia, entre otras) la manifestamos en las interrelaciones personales en las que vamos construyendo nuestra personalidad, repercutiendo y condicionando nuestras interacciones sociales y la relación sostenible con el entorno.


Referencias bibliográficas:

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López, M. C. (2002). Diversidad sociocultural y formación de profesores. Bilbao: Mensajero.

Peñalva, A. y Leiva, J. J. (2019). Metodologías cooperativas y colaborativas en la formación del profesorado para la interculturalidad. Tendencias Pedagógicas, 33, 37-46. doi: 10.15366/tp2019.33.003.

Pleno del Consejo General de Colegios Oficiales de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias. (2010). Código deontológico de la profesión docentehttps://www.consejogeneralcdl.es/archivos/profesion_docente.pdf

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Roncancio Sastoque, S. P., Penagos Rojas, Ó. M., & González Such, J. (2020). Más allá de la disciplina académica: Algunas consideraciones para el desarrollo en los procesos educativos. Edetania: Estudios y Propuestas Socio-Educativas, (57), 183-204.

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