Reflexiones sobre el sentido de la vida y la educación

 

Reflexiones sobre: cómo nuestra conducta nos acerca o nos aleja de nuestra condición humana y los atributos de la persona que están presentes (o ausentes) en el libro.

Con la lectura del tema “la persona humana” y del libro de Viktor Frankl, he tenido diversos momentos de digresión donde he analizado que la persona humana puede “distanciarse de lo que es”. Nuestra toma de decisiones está expuesta a múltiples condicionantes y con ello podemos decidir comportarnos de un “modo humano”, amando a nuestros congéneres o podemos ser seres terribles y llegar a provocar atrocidades “inhumanas” (como las SS y determinados “capos” de esos campos de exterminio).

En cualquier caso y tal como dice el famoso refrán popular “por la boca muere el pez”; nuestros actos son los que nos definen, y no nuestras palabras. En mi ámbito laboral he conocido a muchos convictos que aseguraban antes de cometer sus delitos, con el agravante de la omisión de socorro, que ellos antes de ese suceso pensaban que eran incapaces de comportarse de ese modo. Lo justifican desde el miedo hacia las consecuencias, sin embargo, esa misma emoción luego los llevó a vivir consecuencias mucho peores. Es cierto que no podemos elegir nacer humanos, pero a través de nuestras conductas nos podemos alejar o no de dicha condición. Puedo elegir como comandante, torturar gratuitamente a uno de mis presos o invertir parte de mi sueldo y tiempo libre en ir a comprar a la localidad más próxima medicinas destinadas a los prisioneros. En las dos primeras partes del libro de Viktor Frankl se puede observar claramente como nuestras acciones cuotidianas nos llevan a ser la mejor o peor versión de uno mismo.

Lamentablemente y en el contexto de una pandemia mundial también se vislumbra como muchos dirigentes políticos se alejan precisamente de la condición humana. Sin entrar en ideologías y para evitar que nadie se pueda ofender poniendo las noticias o consultando las propias gráficas oficiales del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar social como en determinadas CC.AA de nuestro país es más importante la economía que la vida de las personas. Las propias gráficas y su “zigzagueo” como alguna comunidad autónoma puede llegar a trampear cifras y otros elementos, para anteponer los votos o la economía en lugar de salvaguardar la vida de nuestros congéneres. En otros países, también tenemos claros ejemplos de cómo se están produciendo auténticos “genocidios” de las clases más oprimidas o de determinadas etnias y no se está haciendo nada para evitarlo.

¿Estamos condenados a repetir los errores del pasado? ¿No hemos aprendido nada de “la Europa del siglo XX? ¿Es el ser humano un “animal racional” condenado a su propia extinción, precisamente por las consecuencias de sus actos?

Durante la lectura del libro tuve diversos momentos de reflexión donde me di cuenta y analicé las controversias que se generan en los presos de un campo de concentración. Estoy hablando de los atributos o propiedades de la persona: la singularidad, la intimidad, la apertura y la libertad. Dentro de la micro sociedad que convive en el interior del campo de concentración, tu “carta de bienvenida” va acompañada de una pérdida de esas cualidades que son propias tanto a la persona de existencia visible como desde un enfoque de persona jurídica: pierdes tu nombre e identidad y pasas a ser tan sólo un número.

¿Pero realmente ese preso pierde su identidad? Creo que somos más que un nombre, un número de DNI o un ciudadano expuesto al color de una bandera. Tal como leí en el tema sobre la persona humana, “Nuestra singularidad equivale a nuestra excepcionalidad: ser quien soy solo lo puedo ser yo mismo”. Con la pérdida de parte de esas “cualidades” a cambio de un triste número, es cierto que se muta la manera de designar y distinguir a esa persona, pero siguen siendo “ellos”. En mayor o menor medida esa singularidad se mantiene (quizás en un sustrato inferior, más íntimo o reducido). No obstante, en diferentes momentos podemos comprobar el desarrollo de la singularidad en mayor o menor medida se mantiene y por consiguiente se produce el desarrollo de la sociabilidad y de la comunicación entre ellos. Dentro del campo vimos como su protagonista y otros compañeros exponían con sus actos y acciones la dualidad entre singularidad y sociabilidad. Si, le han arrebatado su nombre, su nacionalidad, su trabajo, su familia, pero “sigue siendo él”, al menos en su mundo interior (intimidad) y para los compañeros que realmente le conocen.

Es impresionante como en las más duras condiciones y cuando la jerarquía de las necesidades humanas de Abraham Maslow se encuentra al borde de la extinción y en su estado más precario, los seres humanos mantienen su “autoconciencia” y buscan en lo más simple, en lo aparentemente “efímero” motivos o nuevos objetivos para darle sentido a su existencia. Me gustaría acabar esta segunda aportación ejemplificando esto último con una cita textual del libro: “Frankl fue testigo de este hecho cuando observó a dos prisioneros ver el resplandor del cielo en un charco de agua, y uno de ellos le comentó al otro: ¡qué bello podría ser el mundo!”.

 Creo que durante todo el libro Viktor Frankl, especialmente en las dos primeras partes, nos demuestra como mantiene otro atributo, estoy hablando de la “intimidad”. Durante sus relatos en ningún momento se “apaga” esa voz interior y como aún en esas condiciones encuentra momentos, incluso estando enfermo de tifus, donde pudo anotar en miserables tiras de papel para redactar un nuevo manuscrito para sustituir el que le confiscaron al ingresar en Auschwitz. Moribundo, más cerca de la muerte que de la vida aún Frankl todavía podía disfrutar de esa intimidad en el mundo interior en el que parte de él habitaba en los momentos de desconexión. Aún era capaz de ser original, creativo, tomar apuntes, plasmar determinadas “brain stormings” de lo aprendido durante ese día. El autor mantenía ese espacio íntimo vulnerable donde parte de él todavía habitaba.

En futuras intervenciones (hilo 2) relacionaré precisamente esta intimidad con el atributo de apertura y el sentido que le daba a su vida, como él mismo relata que su profundo interés por volver a escribir el libro le ayudó a superar los rigores de aquel campo.

Es curioso como la historia nos demuestra lo mejor y lo peor del ser humano. Leyendo el libro no pude evitar ciertos paralelismos con el libro sobre la historia de Paul Rusesabagina (cuya historia inspira la película "Hotel Rwanda") quien exponiéndose él mismo y a su familia a graves peligros, logra salvar la vida de más de mil tutsis del acoso de los hutus. En este libro, su protagonista explica con detalle y con su lenguaje interior, las enumerarles veces que se expuso entre la espada y la pared y entre las difíciles decisiones que tuvo que escoger, incluso después que los cascos azules belgas les abandonaran. Un claro ejemplo donde una sola persona fue más humana y llegó más lejos que la propia ONU y las Fuerzas de paz de las Naciones Unidas; más allá de tratados, defendió y antepuso la vida de miles de inocentes a la suya.

Después de leer las intervenciones de mis compañeros/as, no me gustaría repetir, tampoco citar simplemente de nuevo los atributos de la persona que están presentes en el libro de Viktor Frankl. Pero si desarrollaré una de las propiedades radicales de la persona que hasta ahora no he trabajado en mis anteriores intervenciones: la libertad. 

Y no, no hablo del grito de ¡La libertad!” William Wallace (Mel Gibson) en Brave Heart, hago referencia al concepto de "libertad" que nos ha explicado Nieves: cuando hablo de libertad, hablamos del futuro, ¿Cómo deseamos que sea nuestra vida? ¿Cómo queremos relacionarnos con nuestro entorno? No lo quiero desarrollar en exceso debido a que será uno de mis enfoques en hilo 2. Pero no puedo evitar hablar de libertad y hablar de amor

En determinados momentos del libro, Frankl habla de lo que daba esperanza a su vida, en su mundo interno el amor por su esposa le daba ganas de vivir, volver a verla, abrazarla, besarla, desde el desconocimiento si todavía seguía con vida o no. Cito textualmente: "Mi mente se aferraba aún a la imagen de mi mujer. Un pensamiento me asaltó: ni siquiera sabía si ella vivía aún. Sólo sabía una cosa, algo que para entonces ya había aprendido bien: que el amor trasciende la persona física del ser amado y encuentra su significado más profundo en su propio espíritu, en su yo íntimo." (...) Pero mi mente se aferraba a la imagen de mi mujer, a quien vislumbraba con extraña precisión. La oía contestarme, la veía sonriéndome con su mirada franca y cordial. (...) La verdad de que el amor es la meta última y más alta a que puede aspirar el hombre. (...) la salvación del hombre está en el amor y a través del amor.

Pensar, recordar a su amada le hacía viajar y dar sentido a su vida, el motor emocional es un increíble impulsor de esa “libertad”, capaz de dar sentido a nuestra vida. En palabras del autor, cita a Nietzsche: “Quien tiene un porque para vivir puede soportar casi cualquier como”. Siendo un “muerto-viviente” todavía le impulsaba a desear ver el futuro y sobrevivir. Es curioso como hasta uno de los "capos asesinos" alardeaba de sus poemas de amor hacia su amada. El amor es una cualidad humana ligada a los atributos radicales de la persona desde el amor propio hasta el amor ajeno a una madre, divinidad o filantrópico. La historia nos aporta grandes ejemplos de ello: Cleopatra y Marco Antonio, Shah Jahan y Mumtaz Mahal, El duque de Windsor y Wallis Simpson, Frida Kahlo y Diego Rivera. Pero es que ya Ovidio desarrolló su Ars Amatoria y hasta en la mitología encontramos grandes historias de amor: Cupido y Psique, Orfeo y Eurídice, Jasón y Medea.

La libertad y ese amor nos puede acercar o alejar de nuestra condición humana, un amor insano, tóxico, dañino, una persona con un perfil psicopático como el narcisista que exige un trato especial y prefiere relacionarse con gente selecta que le encanta compararse con otras personas y desacreditarles para sentirse superior, con una baja tolerancia a las emociones desagradables y una escasa capacidad de regulación emocional. Bajo mi humilde punto de vista, se aleja claramente de la condición humana. Cuando un machista, no es capaz de comprender que si realmente ama a su expareja la debe dejar marchar, hacer su vida, entender y respetar que esa persona “no es suya”. Muchos animales también poseen amígdala y eso no les hace humanos. Todos/as recordaremos por ejemplo ese “la maté porque era mía” ¿esa persona se acerca o se aleja de la condición humana? ¿Quién se cree que es para privar de la vida a otro? Se que es un tema complejo y políticamente incorrecto, pero los valores de la coeducación, el respeto han de estar presentes en la educación. Tal como hemos estudiado, estimular el desarrollo de las funciones ejecutivas (pensar, elegir), ser capaz de autoevaluar del modo más objetivo posible las consecuencias de nuestras acciones y si nos acercan o nos alejan de dicha condición.

¿Qué pensáis sobre ello?

Como ya comenté en una de mis anteriores intervenciones, la intimidad está presente en diversos momentos de la experiencia de vida de Frankl, por ejemplo, “esas personas eran capaces de aislarse del terrible entorno retrotrayéndose a una vida de riqueza interior y libertad espiritual” (…) “la intensificación de la vida interior ayudaba al prisionero a refugiarse contra el vacío, la desolación y la pobreza espiritual de su existencia, devolviéndole a su existencia anterior”.

Tal como hemos trabajado con la profesora Nieves, esa intimidad no puede ser conocida si no la manifestamos. Durante la obra, encontramos diversos momentos en los que observamos que el autor y sus compañeros manifiestas en atributo de “apertura” y el dualismo “individuo-sociedad”. Hago referencia a esas relaciones sociales y experiencias vividas (sesiones de espiritismo, historias de humor que se inventaba con su amigo dentista, reuniones de los planes de fuga y un largo etc.) que condicionan y moldean en cierto modo determinados rasgos y cualidades que configuran su manera de ser, todo ello acaba incidiendo en su personalidad.

Pero me gustaría compartir con mis compañeros/as la siguiente reflexión ¿no es el libro de Viktor Frankl un manifiesto ejemplo de apertura? De hecho, he vuelto a releer determinados pasajes de este para confirmar esa hipótesis.

Ya el autor en su primera página nos expone: “Es la historia íntima de un campo de concentración contada por uno de sus supervivientes” (…) “Lo que este ensayo intenta describir es la naturaleza exacta de dichas experiencias; para los que estuvieron internados en aquellos campos se trata de explicar estas experiencias a la luz de los actuales conocimientos y a los que nunca estuvieron dentro puede ayudarles a aprender y, sobre todo a entender, las experiencias por las que atravesaron ese porcentaje excesivamente reducido de los prisioneros supervivientes y su peculiar y, desde el punto de vista de la psicología, totalmente nueva actitud frente a la vida”.

En cierto modo el autor explica y justifica los fundamentos científicos de su terapia (logoterapia), recordemos que esta se centra en la pregunta del ser humano por el sentido de su existencia, de cada momento concreto, particular y único, de su vida y en la búsqueda de ella. ¿Qué mejor método para justificar su terapia que la explicación del “vacío existencial” que puede sentir un preso recluido en un campo de concentración nazi?

Toda esa “intimidad” del tiempo vivido por Frankl en el campo de concentración, su ensayo y el manuscrito son ejemplos del atributo de apertura, ya que su autor se comunica con nosotros (sociedad) incluso después de su muerte.

 ¿Qué os parece mi hipótesis?

¿Pero realmente podemos culpar o etiquetar a una persona y resumir en que sea “buena” o “mala”? ¿Humana o inhumana? ¿Tenemos en cuenta también los condicionantes que esa persona ha vivido? Aunque mis estudios se basan en ramas de la psicología cognitivo-conductual no he podido evitar recordar a Erickson (1968) “El individuo no nace con una personalidad determinada, sino con cierta dotación que condicionará, en parte, el desarrollo posterior. La personalidad se conquista, se hace, se construye. Las condiciones heredadas se complementan y transforman a través de la experiencia, el aprendizaje, la educación, el trabajo, la fuerza de voluntad, la convivencia y el cultivo de la persona”.

Cuando citamos "lo peor" del ser humano, la ausencia de esos atributos, "lo malvado que son esos capos". Me formulo la siguiente pregunta ¿nacieron malos o se hicieron así? En otras palabras, son aquellos aspectos de la educación que recibieron los que consideramos buenos y honestos para nosotros (y para ellos) y los que nos rodean, como la empatía, el respeto, la solidaridad o el optimismo. ¿Pero y si en su educación no se dieron?

Hace poco el sábado 13 de febrero tuvo lugar un homenaje a la División Azul en el que participaron dieron las marchas falangistas en Madrid y tod@s recordaremos las palabras antisemitas de una joven neonazi (Isabel Peralta). En sus declaraciones declaraciones manifestó que está "enamorada" del fascismo o que admira a Hitler y niega el holocausto.

Peralta (estudiante de Historia en la Universidad Complutense de Madrid), confesó que un nacionalsocialista como ella es una persona elegante, escucha a Wagner, no se dedica a hacer el macarra y el vándalo, sino que lucha por unas ideas y sigue firme a ellas. Es importante saber que esta chica "ha mamado" desde cría de esa ideología, de esos valores. ¿Eso significa que carezca de esos atributos? ¿Es menos humana? 

Algunos dicen que es parte de la cultura humana, quizás si por ellos fueran todavía seguiríamos tirando cabras de un campanario.

Tengo que reconocer que me encuentro en las antípodas ideológicas con esa mujer, pero en una sociedad tan polarizada donde los partidos de ultraderecha poco a poco ascienden al poder, apoyados por discursos xenófobos, homófobos y machistas, francamente me hace replantearme muchos las cosas. 

¿Estamos educando correctamente? ¿Qué sucede con los valores? 

"Esto nos afirma que quien pierde la esperanza puede desencadenar a la muerte".

"Según Viktor, el sentido de la vida se puede ver de 3 modos. 1: Realizando una acción, 2: aceptando los dones de la existencia, como por ejemplo el amor que nos da otra persona humana y 3: por el sufrimiento, aunque el valor de este no reside en el sufrimiento en sí, sino en la actitud frente a él".

En esta primera intervención del segundo hijo del foro me centraré en únicamente a la primera pregunta ¿Por qué es importante encontrar el sentido de la vida?

En esta primera intervención del segundo hijo del foro me centraré en únicamente a la primera pregunta ¿Por qué es importante encontrar el sentido de la vida?

Considero que cualquier persona que haya leído la obra del psiquiatra vienés, Viktor Frankl “El hombre en busca de sentido”, es capaz de darse que tener un sentido vital fue un requisito básico y elemental para poder sobrevivir en Auschwitz entre los años 1943 y 1945. Como ya comenté en el anterior hilo, en palabras del autor, cita a Nietzsche: “Quien tiene un porque para vivir puede soportar casi cualquier como”.

Frankl aún en esas duras condiciones encuentra motivaciones para evitar tirarse a la alambrada electrificada, para no convertirse en un “musulmán” y acabar en la cámara de gas. Halla pequeñas motivaciones, ya sea ir anotando en miserables tiras de papel pequeños textos para recomponer su manuscrito, pensar y hablar desde su mundo interior con su amada esposa o incluso cuidar y ayudar a sobrevivir a compañeros enfermos de tifus. Veo en él como esa cualidad, ese atributo de “libertad” (futuro), le da sentido a su vida.

Es curioso, si se me permite la digresión que la pregunta sobre dar el sentido a nuestra vida no suele plantearse, mientras “todo va bien”. Brota cuando aparece una fractura en la continuidad de las cosas. Cuando se pierde o desaparece “esa ilusión”, cuando ocurre un suceso que no habíamos esperado. En mi caso, tengo metas a corto, medio y largo plazo, en momentos personales que he vivido sin ellas es cuando mi vida ha sido más aburrida. Es muy cómodo vivir en la zona de confort, pero también muy monótono, aburrido y nos puede llevar a desazón y en otros estadios más graves incluso a la depresión. Las experiencias son las que nos enseñan, trabajar la resiliencia nutre a nuestra personalidad. Considero que más halla de obtener una buena nota o de llegar a la excelencia hay cosas que solo se pueden aprender desde “la apertura”, hay algo muy personal e importante que aprendí hace años y que me gustaría compartir con todos mis compañeros/as que está ligado de un modo íntimo al concepto de “dar sentido a la vida”.

Una de las personas más fuertes que he conocido en mi vida, con mayor resiliencia y capaz de superación es mi buen amigo Antonio, un padre de tres hijos preciosos, dos niñas y un niño. Hace 24 años, mataron a sus dos hijas en un accidente de tráfico (digo accidente por usar un eufemismo). A los pocos días de conocer la noticia le dio un ictus (en una escala muy elevada: 8 de 10) que le dejó la parte izquierda de su cuerpo totalmente paralizada. Tras este suceso a los 3 días, ya ingresado en el hospital, sufrió un infarto cerebral con parada cardio-respiratoria. Tras un mes en coma, cuando por fin despertó, se dio cuenta que solo podía ver y oír.

Durante cinco meses su vida perdió sentido, primero por la noticia que le dio la policía y luego por verse tan inútil e impotente, pensando que era un vegetal (os recuerdo que no podía hacer nada salo ver y oír). Durante todo ese tiempo, desde que se despertaba hasta que se iba a dormir, en su mente tan solo existía los sentimientos de ira, venganza y odio. Un día, al borde de la muerte, cuando estaban a punto de desenchufar las máquinas que lo mantenían con vida, decidió mirar a su mujer y a su hijo mediano. Ese mismo día decidió escuchar la conversación de las dos personas que más quería y que aún estaban vivas. Se dio cuenta del tiempo perdido, pensando de ese modo tan retorcido y mezquino. Decidió disfrutar de la conversación, aunque él no podía intervenir, quería llorar de felicidad, pero no podía, le pareció una conversación preciosa. Aceptó la noticia que le dio la policía, aceptó su estado, si le tocaba vivir así, lo haría: y en esa misma noche empezó su recuperación.

Actualmente con 65 años, ha recuperado prácticamente el 99% de las secuelas que le provocó el infarto cerebral (lamentablemente las del ictus prácticamente no ha podido recuperar nada, sigue con toda la parte izquierda prácticamente paralizada). Es una persona casi autónoma: habla, camina acompañado de su fiel bastón, coge el autobús solo, hace sus trabajos de jardinería en el jardín que tiene en su casa. Lo curioso, es que días antes de que empezase su recuperación, el equipo médico lo daba por perdido. Él me ha explicado en muchas ocasiones y cito textualmente que: “Óscar, cuando estaba tan mal en el hospital, habría puesto la cabeza en la guillotina hasta 100 veces, solo para tener 5 minutos de estabilidad, poder sentarme en la cama y decir hola a la familia, llegar a donde he llegado era impensable”.

¿Por qué he decidido compartir la historia de mi buen amigo Antonio en el foro? Porque considero que esa historia de vida puede nutrir a l@s compañer@s que lean mi intervención y ¿qué mejor manera de consolidar la teoría que con una experiencia de vida real? ¿Cuántas veces hemos oído ese dicho? “hace más el que quiere que el que puede”. Si es cierto, pero añado, siempre y cuando le des un sentido a tu vida. Antonio no empezó a recuperarse hasta encontrar de nuevo el sentido a su vida: no hacer sufrir más a su mujer e hijo. Llevaban 5 meses viviendo en el hospital, velando y cuidándolo todos los días. Deseaba que su “chaval” no sufriera más; había perdido a dos hermanas y no pretendía hacerle partícipe también de la pérdida de un padre.

Actualmente invito a Antonio a asistir quincenalmente a mis clases en los cursos que imparto de sensibilización y reeducación en instituciones penitenciarias, para demostrar a los convictos un ejemplo de superación y lo fácil que es evitar una desgracia tomando una buena decisión. También que vean lo difícil que es vivir cada día con las consecuencias de las mismas. Que comprendan que es antinatura que un padre tenga que enterrar a dos de sus tres hijos y más por una estupidez como esa. No soy capaz de encontrar una palabra o término para definir lo vivido por Antonio, que un padre tenga que enterrar a sus hijas, creo que no existe palabra o acepción que lo describa en el diccionario de la Real Academia de la lengua española. Cuando Antonio viene a mis clases y está esas 2 horas compartiendo con mis alumnos su experiencia de vida, le brillan los ojos.

Un día desayunando con él me dijo: “Óscar, campeón ¿sabes? Me llena el trabajo que hacemos y estoy seguro de que, si Giovanna y Vanessa nos pudieran ver, estarían orgullosas de su padre”.  Yo no soy padre y por mucho que empaticé y haya llorado (si los hombres también lloramos, ¡coeducación!) muchas veces escuchando su experiencia de vida, nunca sentiré (ni lo deseo) ese sentimiento.

Para encontrar sentido en la vida no hace falta, necesariamente, proponerse grandes horizontes, emprender gestas heroicas y, menos todavía, hipotecar el presente con el futuro. Hay que encontrar sentido a cada ahora, porque “el ahora” es, de hecho, el único que existe, al menos para las metas inmediatas. No se trata de convertir la vida en aquello que los otros esperan de ella, ni de vivir cómo algo sabido, predeterminado, como una retahíla de días completamente previsibles. Para vivir una vida con sentido, hay que estar atento en la propia interioridad y escuchar qué es el que estamos gritados a hacer en este mundo y que pretendemos, que nos llena realmente (no tiene que ser algo tangible).

Por último, y es algo que desarrollaré en mi próxima intervención, en mi caso, parte del sentido de mi vida lo he encontrado sintiéndome bien con lo que hago en mi trabajo: he aquí el reto. Puede acontecer una manera de expresar el propio yo, de manifestar la propia singularidad en el mundo, un modo de construir el mundo. Hacer el trabajo bien hecho, acabar bien la obra son actitudes que llenan intensamente la personalidad. Aunque suene utópico o algo bohemio, quiero aportar mi granito de arena para hacer de este un mundo mejor, esto lo he hallado en la educación. La “persona humana” necesita dar un significado a su vida personal y laboral, dotarla de un sentido.  El hecho de vivir sin metas, sin valores puede provocar numerosos trastornos y graves consecuencias, cuidado con esa somatización, ya he explicado la historia de Antonio.

Disculpad la larga extensión de esta intervención, pero es una experiencia vital que creo que os puede ser útil.

Por si algún/a compañero/a desconoce el término, es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas, pero en psicología añadimos algo más al concepto de resiliencia: no sólo gracias a ella somos capaces de afrontar las crisis o situaciones potencialmente traumáticas, sino que también podemos salir fortalecidos de ellas.

Tu historia y la de Antonio son grandes y ejemplos a esa pregunta que has formulado ¿Cómo podemos hallar sentido a nuestra vida cuando esta te golpea de la manera más cruel? Como bien has citado "Según Frankl, existen 3 modos de hacerlo. 1: Realizando una acción, 2: aceptando los dones de la existencia, como por ejemplo el amor que nos da otra persona humana y 3: por el sufrimiento, aunque el valor de este no reside en el sufrimiento en sí, sino en la actitud frente a él".

Es curioso como en la tercera parte de su libro relata los cinco pilares sobre los cuales se sustenta el trabajo del psicoterapeuta: la intención paradójica (convencer el paciente que haga aquello que quiere evitar, en el caso de las obsesiones, porque le resulte imposible realizarlo), la derreflexió (que el individuo deje de lado su pena y se centre en otras preocupaciones), la autodistanciación (que el paciente sea capaz de verse a sí mismo y evaluarse, y en esto interviene en gran medida el psicodrama), la modificación de actitudes y el diálogo socrático (conversas terapeuta-paciente tendentes al descubrimiento personal del sentido de la vida).

¿Cómo se puede aplicar el concepto de sentido a nuestra decisión de trabajar como docentes?

Considero que la docencia es algo más que una profesión, es un modo de ser. El compromiso del educador con su trabajo no es solo una obligación con el trabajo en su sentido estricto. El trabajo de los profesores/as es una tarea que supone ser consciente y asumir la responsabilidad de que sus acciones comportan consecuencias que repercutirán en la sociedad en la que vivimos.

Estoy hablando de “educar” y no de adoctrinar, formar a futuros ciudadanos con criterio y capaces de llevar una vida sostenible a nivel personal y social; aportando valores en la comunidad en la que viven. Por eso considero que la educación transciende más allá que una acción laboral.

Llevo muchos años trabajando en diferentes ámbitos de la formación y educación. Aunque suene rotundo, a lo largo de los años he visto en mis clases lo mejor y lo peor del ser humano, he aprendido que “hace más el que quiere que el que puede” y dicho por alguno de mis alumnos/as les he ayudado a cambiar parte de sus vidas.

Podría poner ejemplos, pero no quiero pecar de vanidad, de hecho, yo solo he sido parte del instrumento o guía, la persona que lo ha conseguido es porque ella realmente ha querido. Conseguir estos hitos alimenta mi motor interno y hace que desee seguir luchando por lo que quiero conseguir (estudiar, formación continua, alejarme de la ignorancia y mejorar). La verdad que desde que tengo memoria nunca he parado de estudiar y cuanto más se, más me doy cuenta de lo ignorante que soy y lo importante que es la educación para mejorar la sociedad.

Es una labor compleja y de mucha responsabilidad, ya quien quiere ser educador debe tener presente que pasará gran parte de su vida junto infantes y tendrá que ayudarlos a construirse como personas. Y como todo en esta vida, tendrá sus pros y sus contras.

En un contexto tan complejo en el que vivimos: una pandemia mundial, una sociedad cada vez más polarizada (poco favorecida por los actores políticos que nos representan), populismos y demagogias en continua evolución edulcoradas con continuas “fake news” en las redes y un país que sigue siendo el país de la Unión Europea con la mayor tasa de abandono prematuro de la educación y la formación profesional, me motiva más que nunca aportar mi granito de arena. Deseo ser un buen educador, quiero aportar esa “brújula” que permite evaluar a mis futuros alumnos/as en las consecuencias de sus acciones, dotar a esos infantes de una de salud emocional que evitará futuros conflictos en el centro escolar y en su vida cuotidiana. Transmitir unos valores como varón, basados en la educación emocional y en la coeducación para lograr una mejor sociedad.

Mirar al pasado y sentirme orgulloso, vivir el presente disfrutando de lo que hago y mirar al futuro con ganas y entusiasmo por mejorar. Esto da sentido a mi vida. Saber trasladar esa motivación, esas ganas por aprender y mejorar a los más pequeños, hacerles responsables y participes de su educación y aprendizaje, que, con las rutinas, y poco a poco dándoles cada vez mayores responsabilidades vean que son capaces de lograr las metas que se propongan en la vida. Sustituir el “intentaré” o “probaré” por objetivos y verbos firmes; Hazlo o no lo hagas pero no lo intentes (Yoda,1980). La educación no solo le da sentido a mi vida, también puede transmitir esos valores a los infantes; motivarles a que la busquen.

 Referencias bibliográficas de mis aportaciones:

 

·         Educación Personalizada. Fundamentos Antropológicos, Filosóficos y Psicológicos: Vol. Tema 1 La persona humana. (2020). Universidad Internacional de La Rioja UNIR.

·         Frankl, V. E. (2020). El hombre en busca de sentido (3.a ed.). HERDER

·         Rusesabagina, P (2006) Un Hombre corriente (6.a ed). ATALAYA

 

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